La cámara del teléfono celular ha trascendido su función de mero dispositivo de ocio para convertirse en la herramienta visual más importante de nuestra era. No es solo un objeto para tomar fotos, es el testigo universal y la extensión inmediata de nuestra memoria. Su importancia radica en su ubicuidad e inmediatez: está siempre presente para documentar lo crucial —un accidente, un evento histórico, un contrato— y lo efímero —la sonrisa de un hijo, un atardecer repentino, un plato de comida—. La cámara móvil democratizó el registro visual, permitiendo a cualquiera ser fotógrafo y cronista de su propia vida y de los acontecimientos globales. Es el nexo entre lo vivido y lo compartido. Nos permite comunicarnos a través de imágenes en tiempo real, validar realidades y, fundamentalmente, conservar el presente para el futuro, transformando cada evento cotidiano en un recuerdo digital accesible al instante. Sin ella, la inmediatez de la experiencia contemporánea se perdería.