El ritual secreto del Colón
Cada año, treinta trabajadores participan de una ceremonia casi mística: bajar los 30 metros de la majestuosa araña del Teatro Colón para devolverle su brillo. Durante cuatro horas, esta luminaria de 1.300 kilos y 552 lámparas —original de 1908 y custodiada por los bailarines pintados por Raúl Soldi— queda al alcance de las manos, y según la leyenda, tocarla trae buena suerte. Es el momento en que el patrimonio más imponente del coliseo argentino se vuelve humano, permitiendo que trabajadores, turistas y estudiantes contemplen de cerca la pieza que iluminó el estreno de Aída hace más de un siglo.